martes, 3 de febrero de 2015

Tema 10: Trabajo por proyectos


Otro de los tema que tratamos en clase fue el del trabajo por proyectos. Se trata de esa estrategia de aprendizaje tan productiva en que los estudiantes planifican, desarrollan y evalúan proyectos con aplicación en el mundo real. Es importante diferenciarlo de la metodología a través de tareas aisladas (distintas actividades), ya que constituye la realización de proyectos a más largo plazo que incluyen distintas actividades propuestas en distintas fases y que tienen como objetivo final la producción de una tarea que englobe el resultado de todo el proceso. Es una estrategia holística, pues engloba distintas destrezas, y se centra en el proceso de aprendizaje a través del cual se pretende aumentar la motivación e implicación del alumnado. Cuenta con el constructivismo y el aprendizaje significativo como bases teóricas (Vigotsky y Bruner, entre otros, ya no nos suenan a chino a estas alturas). 

El trabajo por proyectos es ideal para trabajar las competencias básicas adaptándonos a los contenidos del currículo y al proyecto educativo del centro en el que impartamos clase. Permite al alumno trabajar las relaciones interpersonales y desarrollar un aprendizaje autónomo. Se pretende con ello que el alumno sea el protagonista de su aprendizaje, participando incluso en la negociación del contenido y el método de cada proyecto. Las habilidades que puede desarrollar el alumnado con este tipo de trabajo son múltiples: colaboración, planificación, toma de decisiones, manejo del tiempo, compartir ideas, negociación de soluciones. Además, los estudios demuestran que los resultados suelen ser muy positivos y que aumenta la autoestima del alumno, al generar una sensación de logro.

En clase se nos presentaron distintos tipos de proyectos: los proyectos de clase (para mejorar destrezas o afianzar o profundizar en contenidos), las webquests (donde el proyecto se basa en recursos de internet que el alumno tiene que utilizar para realizar distintas tareas), los proyectos colaborativos (donde el proyecto se realiza en equipo y todos inciden de forma individual en el resultado final) y actividades informáticas (a través de las TIC, propiamente dichas). Podríamos decir que todos están relacionados y se complementan; no tienen por qué ser independientes. Lo que tal vez sea necesario aclarar es que webquest es una tarea y no es sinónimo de proyecto. 

El trabajo por proyectos está pensado para ser colaborativo, para trascender el aula y el propio centro. Cuanto mayor sea la difusión del producto final, mejor, pues más se relacionará con la vida real de forma que el aula se estime como parte de nuestra experiencia vital y no como un simple espacio donde se nos forma sobre aspectos ajenos al desarrollo de nuestras vidas. Muchos de estos proyectos se caracterizan por la colaboración entre instituciones y por el uso de aplicaciones o herramientas online (como el caso de e-twinning). Lo que es evidente es que hoy en día no tendría sentido concebir proyectos (que requieren gestión de recursos y selección de información) sin el uso de las TIC. 


Los contenidos del proyecto son trabajados por el alumno en todas sus fases: inicial, de desarrollo y final. El aprendizaje, así pues, ha de ser significativo, que presente una evolución donde se incluyan y pongan en práctica los conocimientos adquiridos de forma gradual. No deja de ser un trabajo de observación directa de una realidad y deberán ser culturalmente apropiados. Sobra decir que es idóneo para trabajar competencias transversales a la vez que se trabaja el trabajo autónomo, aprender a aprender y por supuesto, la competencia lingüística, puesto que todo el proceso se puede desarrollar en lengua extranjera. ¿Podemos temer que el proyecto sea demasiado ambicioso y que los alumnos no tengan la suficiente competencia en lengua extranjera para generar un producto final de calidad? Cierto es. Sin embargo, si el proyecto está bien pensado y planificado y el docente cumple su papel de guía y de asesor (especialmente en lo que a la lengua se refiere), no hay por qué visionarlo como algo excesivamente difícil.


Debemos pensar muy bien en las fases de proyecto que queremos proponer a nuestros alumnos. Debe haber una fase de planificación, en que se escoja el tema (el docente puede proponer una lista de temas que se sometan a votación) y el producto final que deberán realizar, así como la estructuración del proyecto. Sería una especie de diseño del esqueleto del proyecto. El producto final debe ser tangible, ya sea una revista, un vídeo, un debate, un libro, un folleto, una presentación, una representación teatral... Igualmente el destinatario debe decidirse con antelación: el público podrá ser el centro educativo, el ayuntamiento de nuestra ciudad, todo el país, autoridades, empresas....  Siempre hemos de tener en cuenta que habrá oportunidades de retroalimentación y autocorrección, así como la evaluación (no solo por el docente y los alumnos, sino por el propio destinatario). Todas estas decisiones deben tomarse de forma cooperativa, entre alumnos y profesor. En esta primera fase quedarán definidos los objetivos, las agrupaciones, el reparto de responsabilidades y los plazos límite para las distintas tareas (recopilación de información, selección, compilación y reelaboración y presentación del producto final). 

En la fase central del proyecto, la que lleva más tiempo, se recogería, recopilaría y analizaría la información para después presentar los resultados. Para recoger información, el docente prepara a los alumnos para cubrir sus necesidades lingüísticas y estratégicas. Hay distintas formas de recoger información: realizando entrevistas (para las que se instruiría a los alumnos en la formulación de preguntas y de estructuras para pedir aclaraciones, así como el vocabulario y elementos gramaticales relacionados con el tema en cuestión), leyendo textos escritos (para los que entrenaríamos al alumnado en el desarrollo de sus subdestrezas correspondientes: predicciones y comprobaciones de hipótesis, extracción de ideas principales y secundarias, toma de notas...), vídeos en Youtube (trabajaríamos las subdestrezas propias de la comprensión oral: decodificación, atención a lo general y al detalle, toma de notas...), páginas web o bibliotecas (trabajarían mediante brainstorming, selección de materiales, práctica de webquests, redacción de formularios...). Después se instruiría al alumno para recopilar datos y analizar la información, dependiendo del origen de la fuente: hacer transcripciones, identificar palabras, sonidos o estructuras, resúmenes, técnicas de interpretación, paráfrasis, etc. Así que, si nos paramos a pensar, podemos hacer a través del proyecto lo mismo que haríamos en clase con métodos más tradicionales y menos atractivos. ¿Trabajarán menos los alumnos? Todo lo contrario. Desarrollarán las distintas destrezas y subcompetencias, a la vez que aprenden unos de otros, se ayudan y crean contenido con un objetivo final. Para elaborar las presentaciones orales o escritas deberán prepararse lingüísticamente: trabajarán el contenido, aspectos de pronunciación y entonación, fluidez, estructuración del discurso... Lo ideal es que se ensaye, se prevea la logística y se decida el medio de difusión, así como si se hará un debate final que se recogerá posteriormente por escrito. Las opciones son muchas, como vemos y siempre estaremos trabajando en L2 (bueno, siempre o casi siempre; al menos velaremos por que así sea). La última parte de esta larga fase de desarrollo sería la presentación de resultados en donde el profesor atiende (de nuevo y como habría venido haciendo) las demandas lingüísticas y estratégicas. Ya mencionamos la variedad de formatos que puede tener el producto final, pero lo que sí me parece importante es que haya una revisión, tanto del contenido como de la lengua. Esta puede hacerse en parejas o en grupo, siempre potenciando la crítica constructiva y la mejora de los resultados. 

La fase final consistiría en la evaluación del proyecto (auto-avaluación y evaluación del profesor), su difusión y la recogida del feedback. ¿Qué se evalúa? La comprensión del tema, la interacción del grupo con el profesor, la organización procedimental, los materiales del input, las mejorías y déficits de lengua, así como la evolución en el dominio de las destrezas comunicativas y en las actitudes interculturales. Para ello podemos emplear cuadernos de aprendizaje del alumno, cuadernos de observación, rúbricas, portfolios electrónicos, así como la propia valoración de las exposiciones, informes, formularios que hayan ido realizando los grupos. Igualmente, deberíamos incluir el feedback de los destinatarios (el centro, las familias, medios de comunicaciones, o cualquiera que sea la audiencia) en forma de formularios (con formularios Google, por ejemplo),grabaciones o entrevistas. 

Entre los problemas que contemplamos surgieron el uso de la L1, la falta de implicación y trabajo por parte de algunos alumnos y los distintos ritmos de trabajo de los grupos. Creo que si se proporcionan buenos modelos y las indicaciones y orientaciones son buenas, podemos hacer que se cumpla el uso de la L2 en el aula. ¿Habrá momentos en que entre ellos, los alumnos recurran a la L1? Probablemente, pero no creo que esto sea un mayor problema, o al menos no algo que no ocurriera en clase con otras metodologías. En cuanto a aquellos alumnos que no quieren trabajar, no sería distinto si no se trabajara con proyectos; todo lo contrario: creo que las posibilidades de que participen más aumentan en la medida en que se genera un sentimiento de responsabilidad grupal positivo y una especie de tutorización entre iguales (los alumnos se ayudan y aconsejan unos a otros) que puede ser más provechosa que la instrucción liderada por el docente. Respecto a las velocidades de los grupos, es el pan de cada día, Nos ocurriría lo mismo si siguiéramos únicamente un libro de texto, con la diferencia de que trabajando por proyectos agrupamos a alumnos de forma que los equipos sean heterogéneos y tenemos más posibilidades, si cabe, de adaptarnos a la diversidad (apoyando y orientando más a aquellos que presentan problemas con a realización de las tareas del proyecto o las distintas fechas de entrega). 


Las presentaciones de nuestras compañeras nos sirvieron para ilustrar posibles aplicaciones del trabajo por proyectos en el aula en distintos contextos educativos. Andrea, por ejemplo, nos habló de la creación de paginas web significativas (un curso basado en proyectos) en un curso de alumnas de los Emiratos Árabes en el que primaba mucho la competencia digital. Nos sirvió también para darnos cuenta de que las rúbricas de evaluación deben estar bien diseñadas, ya que en este caso no eran demasiado descriptivas ni útiles (aparecían las valoraciones de Good / OK / Poor, bastante generales). También nos hizo reflexionar sobre la importancia de crear planes de acción atractivos y claros, así como de la temporalización adecuada a las distintas fases del proyecto.

Laura, por su parte, nos presentó una iniciativa puesta en marcha en un curso de cuarto de la ESO en la que el proyecto consistía en la emisión de un programa de radio en 3 lenguas (español, francés e inglés) sobre contenidos informativos de educación, economía y sociedad. De esta presentación me gustó mucho la idea de rotar los roles de forma que las funciones dentro del grupo vayan alternándose para que la experiencia sea más dinámica y completa. Para este tipo de proyectos son interesantes programas como Audacity (para crear los audios), Hibou (para crear cuñas musicales) e iVoox (para subir los podcasts). 

Nadia, por otro lado, nos mostró un trabajo por proyectos para un curso de inglés legal para alumnos de Derecho, donde se llevaron a cabo proyectos más individuales como recopilar y presentar información sobre distintas instituciones jurídicas y reformas legales y cooperativos donde se analizaban y debatían casos legales concretos. Esto nos sirvió como prueba de que, independientemente del contexto educativo y de la edad de los estudiantes (educación primaria, secundaria, estudios universitarios o de postgrado, así como lengua extranjera general o para fines específicos), el trabajo por proyectos puede ser una forma excelente de conseguir resultados óptimos de aprendizaje, de motivar a los alumnos y de contribuir a un ambiente de reflexión y autoevaluación del propio trabajo y proceso de aprendizaje.

Como conclusiones, me gustaría recalcar la importancia de una buena planificación, las ganas de pensar bien en las distintas fases y en los objetivos didácticos, contenidos y criterios de evaluación, así como en una buena temporalización que contribuya a la viabilidad del proyecto, sea cual fuere. También creo que hemos podido reflexionar sobre lo provechosa que es la cooperación entre docentes de un mismo centro y lo interesante que pueden resultar las iniciativas AICLE (CLIL) entre distintas materias.

Os dejo el link a una presentación en slideshare sobre trabajo por proyectos que nos puede ayudar a pensar en la planificación de los proyectos (el trabajo del profesor en todo este proceso) y que nos muestra ejemplos reales llevados a cabo en distintos centros españoles. 





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