miércoles, 17 de diciembre de 2014

Tema 7: How to deal with writing



En la primera sesión que tuvimos con Gonzalo analizamos cómo abordar la destreza de expresión escrita en lengua extranjera. En general todos compartimos la misma experiencia de haber trabajado la producción escrita como producto, por nuestra cuenta, en casa. Tradicionalmente no se trabajaba en clase, sino que se encargaba a los alumnos como tarea que debían realizar de forma autónoma. Digo tradicionalmente, pero en muchos casos sigue siendo así. En el caso de esta destreza en concreto, ya no solo entra en juego el tipo de metodología que queramos aplicar, sino la restricción temporal. Trabajar la producción escrita como proceso, siguiendo las etapas reales que intervienen en el proceso de escritura de forma que el alumno reciba feedback no solo del producto final, sino del desarrollo de los distintos mecanismos que operan para su realización, puede parecernos mucho más provechoso, pero requiere mucho tiempo, algo muy preciado y escaso a la vez. No obstante, creo que merece la pena poner en práctica el trabajo de la producción escrita en clase, al menos de vez en cuando. Para superar la falta de tiempo, también podemos recurrir a las TIC, de forma que haya un feedback y que el profesor tome parte de ese intercambio de ideas (puesta en común mediante brainstorming), así como de las modificaciones y sugerencias de los alumnos sobre un texto escrito. En este sentido tratar la producción escrita como trabajo cooperativo puede ser muy valioso y constructivo para nuestro alumnado.
 
En la sesión diferenciamos el enfoque de la enseñanza de la escritura como proceso y como producto, asimilando este último con un mayor énfasis en la corrección gramatical, con el análisis de la tipología textual para poder producir el texto imitando, con el trabajo autónomo del alumno y la corrección de la mayor parte de errores gramaticales por parte del profesor, que determinará si el producto escrito merece un aprobado o un suspenso. Ahora bien, esta dicotomía es muy exagerada, pues presenta dos enfoques extremos. Personalmente, no creo que la elaboración de un texto específico con un formato tipo y unas convenciones regulares (donde la tipología textual está muy clara y donde su previo análisis es útil para la aplicación posterior de esas convenciones textuales), se contradiga con la elaboración de varios borradores o con que el profesor no se centre únicamente en los aspectos lingüísticos. Puede y debe haber un equilibrio entre aspectos lingüísticos y contenido, al igual que hay tipos de producción escrita que se dan más que otros a ciertos aspectos de un enfoque u otro. Evidentemente, si estamos trabajando la correspondencia (cartas o emails) va a ser especialmente importante que los alumnos identifiquen y clasifiquen una serie de estructuras clave (por ejemplo el encabezado, las formas para la despedida, etc) o que consigan diferenciar rasgos del registro formal e informal. Si por el contrario, proponemos una actividad de escritura más libre, dando por ejemplo una primera frase que los alumnos deben continuar, probablemente la estructura del texto, así como el contenido, sean más libres.


Lo que sí me ha parecido es que podemos explotar la destreza de la escritura en el aula de muchas formas. No solo dedicar una clase a la producción de un texto, sino que podemos hacer que usen la escritura como parte del aprendizaje de aspectos gramaticales o de léxico, que tomen notas mientras realizan una escucha o que organicen una intervención oral premeditadamente, mediante la toma de notas. De hecho, en mi experiencia como alumna, he escrito mucho más para aprender otros aspectos lingüísticos, que para aprender a escribir. Me refiero a la realización de ejercicios donde se nos pedía que escribiéramos oraciones con un tiempo verbal concreto, u oraciones donde introdujéramos el vocabulario trabajado, o donde reconstruyéramos oraciones. 

Por otro lado, algo que no me había planteado es la escritura cooperativa. Desde luego me parece muy productiva: por un lado, les hace tomar consciencia de la importancia de la planificación, de lo mucho que se puede mejorar un texto revisando, haciendo modificaciones y reescribiendo y a la vez pueden compartir ideas para la primera etapa, así como corregirse y mejorar los unos a los otros sus producciones escritas. Esto me parece que compensa, por un lado, porque los que no son tan ocurrentes o tienen problemas para enfrentarse a un folio (o una pantalla) en blanco pueden inspirarse con la puesta en común de ideas en clase (o por medio de alguna plataforma online) y por otro, porque les permite revisar sus trabajos de forma crítica (muchas veces no somos capaces de distanciarnos lo suficiente de un texto elaborado por nosotros mismos como para ver errores o sugerir mejoras). Es una forma de que se produzca una interacción entre alumnos por medio de la escritura, por ejemplo que se pasen e intercambien notas, que se intercambien emails... y una oportunidad muy buena para que se fomente la capacidad de llegar a un acuerdo (se puede negociar el contenido de un texto, de un comunicado, de una carta, de una crítica...). Incluso podemos establecer un intercambio de mensajes instantáneos por chat, ya que esta también es una variedad de escritura (aunque simule más la comunicación oral), como puede serlo el intercambio de whatsapp o de sms. Para la escritura como proceso de aprender a escribir, podemos proponer actividades muy distintas, no solo la elaboración de una redacción con un objetivo predeterminado, sino ejercicios más originales como que escriban lo que les hace pensar una canción, que describan imágenes, que se imaginen una historia o un diálogo a partir de una imagen o del conjunto de algunas secuencias fílmicas.


Además de hacer que la escritura se relacione en la medida de lo posible con situaciones relevantes para nuestros alumnos y de que sean interesantes y entretenidas, me ha parecido relevante el hecho de que el público al que va dirigido un escrito sea real, de forma que se potencie la sensación de logro y de motivar a los alumnos para que se esmeren, pues habrá lectores reales. En este sentido, puede resultar útil el uso de blogs, de páginas web o el simple de hecho de colgar en el aula físicamente alguna presentación escrita o mural de los alumnos. 

Otro aspecto interesante es que el profesor debe ser claro a la hora de dar instrucciones, asegurándose de que los alumnos disponen de la información necesaria y proporcionando modelos. El análisis del input puede ser indispensable según qué tipología textual queremos que los alumnos trabajen. El profesor, por su parte, no solo debe dar instrucciones, sino crear las condiciones idóneas para que se generen ideas, para que los alumnos encuentren la actividad útil, además de proporcionar ayuda y de dar feedback. También es el profesor el que tendrá que corregir los escritos de sus alumnos, aunque podemos crear un sistema de co-evaluación para que unos se corrijan a otros sin que sea el profesor el que intervenga de forma directa. 

Think green and positively!

En cuanto a la corrección de los trabajos escritos, sigo teniendo mis dudas de cuál es la mejor práctica. Sí estoy convencida de que debemos indicar aspectos positivos de los trabajos, y no corregir yendo en busca de los errores somo si fuera una caza de brujas. Podemos centrarnos en algunos aspectos y discriminar errores como tales, de forma que no busquemos el escrito perfecto, sino que destaquemos cosas que a cada alumno en concreto le conviene mejorar. Igualmente, debemos destacar el buen uso de la lengua (si lo hay) o una buena presentación o selección del contenido (información interesante, buena estructuración, originalidad...). También es esencial, o a mí me lo parece, que tengamos en cuenta a la hora de corregir, cuál es el objetivo comunicativo del escrito o cuál es el objetivo de que realicen la tarea (podemos decidir no evaluar la gramática en alguna ocasión), así como el momento del proceso de aprendizaje y el nivel de nuestro alumnado. Por otro lado, lo que sí tengo claro es que conviene alejarse de la práctica de proporcionar feedback directivo como regla general. Hay momentos en que es mucho más formativo que el feedback sea facilitativo, que permita al alumno reflexionar sobre el error y autocorregirse. En relación a la autocorrección, me pareció especialmente interesante la presentación de nuestra compañera Aida, en la que nos habló de la técnica de "Do it wrong" mediante la cual los alumnos escriben cometiendo errores a propósito para posteriormente reflexionar sobre los errores y finalmente corregirlos y escribir correctamente. Además, deberíamos pensar en una forma constructiva de señalar errores y añadir notas de aspectos positivos del trabajo escrito de nuestros alumnos. ¿Puede haber algo más desmoralizador que recibir una redacción invadida de color rojo?

Finalmente, es importante proponer al alumnado actividades para desarrollar subdestrezas de la escritura, como la caligrafía, la ortografía, la puntuación, el uso de elementos de cohesión o el conseguir que el contenido sea relevante. que piensen en la estructuración del texto, etc. Por ejemplo, podemos presentarles a los alumnos un texto segmentado en partes desordenadas para que lo ordenen o un texto sin puntuación para que lo puntúen, hacer que relacionen frases resumen con distintos párrafos en base a su contenido, que marquen la frase clave de cada párrafo, que rellenen un texto con conectores (fill in the gaps)...

Esquema de contenidos

Como conclusión, decir que hay numerosas formas de trabajar la escritura en el aula, de proponer un trabajo escrito y de motivar a los alumnos con actividades distintas y originales. 

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